Según cómo se mire, la imagen del fuego que consume dos barcas en el agua puede resultar hermosa. De hecho, al inspector Banks le recuerda un verso de Shakespeare. Pero en cada barca se encuentra un cadáver, los restos chamuscados del artista local, excéntrico y ermitaño, y de una joven yonqui e igualmente solitaria. El inspector Banks, un hombre curtido por las tragedias extraliterarias, sabe que no se trata de un accidente, sino de una puesta en escena. La obra de un autor obstinado, por cierto, ya que poco tiempo pasará antes de que otro fuego se lleve un remolque en el campo y con él, como temen Banks y la detective Annie Cabbot, otra vida marginal.
A pesar del patrón evidente, y aunque los primeros resultados de la investigación indican que la intriga se sitúa en el mundillo de los falsificadores de obras de arte y estafadores varios, puede que estos crímenes no sean un fin en sí mismos. Entre las llamas, un ojo adiestrado podría descifrar un plan para borrarla pista de un espanto mayor. Un ojo experto como el de Banks podría ver incluso la pieza que falta en lo que parece una obra incompleta; la muerte que está por venir, aunque no sepa dónde, cuándo ni por qué.
No es nada más que una novela negra, pero resulta entretenida. La historia es una más de la serie que protagoniza el inspector Alan Banks, donde se encuentra atrapado entre sus sentimientos hacia la detective y la investigación de los asesinatos.